sábado, 21 de enero de 2012

La definición del odio perfecto


Tomaría medidas al respecto, 90-60-90 un odio perfecto.

Todos alucinados, corriendo de un lado a otro y haciendo denotar el interés la cobardía y la locura, si te pago una vida es para que la uses o me devuelvas el excedente, pero no, yo no te pago la vida, no te doy nada, o quizá te daría un puño en la boca cerrada, y llorarías, me llamarías puta y yo diría que sí, es verdad, diría que no podríamos estar más a gusto metidos en un tobogán anti-gravedad que nos hace subir hasta donde no hay un inicio al que se pueda llegar, es coincidencia la mugre, la desolación no existe. Te compraría un venado de mil cabezas para que tengas astas por todo el cuerpo, te llenaría una habitación de valium para ver si te tranquilizas de una buena vez, si te callas y no refutas y  amenazas con matarme, si se te antoja dormir sobre mi estomago hasta hundirnos en el suelo, si dejas de querer largarte aunque no estemos juntos, pero tú nada más quieres acabarme las ganas, es que no alcanzas a ver que tengo unas ganas eternas y resisto hasta los mejores tiempos. Hay un pozo hondo al que podríamos lanzar toda la ropa para luego ya no recuperarla o ahogarnos en el intento, te haría ver la luz al final del túnel aunque solo fuera la  linterna que sostengo yo para seducirte, el tamaño es una error y la proporción un disparate al hablar de amor, el amor... el amor puede inventar mas de mil mundos pero no puede mantenerlos ni una sola eternidad, yo sí, yo no soy el amor, ni la eternidad. El deseo es ciego pero yo estoy aquí y se como guiarlo del otro lado de la calle, sí, podría comprarte  un artefacto del mal, un bastón del delirio, una ciudad desconocida, sí, podría comprarte un paraíso y un averno, una risita y un tifón de algas, podría llevarte a una dimensión del dolor y el plañir, un lugar donde si no te acomodas no existes, no eres. Sí, todo eso podría hacerlo yo en dos horas de una tarde de domingo que te sabe a sangre entre la saliva, pero no, prefiero inventarme un beso.

viernes, 20 de enero de 2012

Espero Primaveras

Todo es aburrido, ¿cuando sera que llega el FBI por mí?, me acusaran y yo reiré y diré que he sido yo, aunque no halla hecho nada, nunca, porque soy buena, y santa, porque mi pequeña laringe asimétrica lanza la voz en triángulos y cuadrados, porque esta todo estipulado en mí, hago entonces remolinos con las palabras, soy imperfecta y no tengo sueños enmarañados, me despeino con la misma facilidad con la que el cabello se me sabe acomodar correctamente, lloro y sonrío, no tengo ambiciones enormes ni frenéticas, puedo auto flagelarme con palabras, mentirme, creerlo, ponerme abajo de todo sin reproche alguno, abajo de todo sin necesidad de alardear de ello mientras sucede, de marte o de venus amarilla roja, mía o de alguien más, condenada y perdonada, y sí, el FBI no viene aquí, estoy lejos y la injusticia no llega donde me escondo yo. Ahora propongo algo, vamos a viajar por el recuerdo, esta bien, voy a viajar yo sola, porque compre un solo tiquete y tengo un solo avión, con una silla nada más. Leo en algún lugar que alguna gente decide no enfrentar la vida, la vida real de las oficinas y los trabajos, los hijos la familia, estoy a punto de llorar, a punto, siempre a punto, en punto, la cocción a punto, mi vida no esta cruda ni cocida. A mi me gustan los zapatos de oficinista.



Este es el primer tiempo de un invierno largo, sin nieve ni azul, un invierno oscuro de relámpago (más por la manera en que asusta a  los niños que por la fugacidad) y trueno, luz y sonido, cosas básicas, todas esas cosas básicas están en mi vida, entonces, yo, personalmente yo, despierto y  puedo permanecer mas de una hora viendo el techo mientras imagino historias, esa parte se llamo verano, era mi verano (Inventar cosas es de cobardes, por eso ando inventando cosas a toda hora), crear historias grandiosas que podrían suceder si yo no fuera yo si no alguien mas, cosas sobre encuentros despolarizados con sonrisas, caras y miradas... ah y huecos, sí, vacíos, espacios donde todo se ve en blanco y negro o donde solo se ve un color y yo tengo un monologo que es bien apreciado por mi receptor que seguro me ha encontrado en algún lugar por casualidad, casi siempre me encuentro con todas las personas por casualidad (en mi historia, claro esta), y así llegamos hasta algo, hasta lo que yo quiero, puedo moldear la historia regresar en el tiempo y cambiar la acción para conseguir un final diferente al primero, puedo repetir la historia por semanas y hasta meses, puedo repetirla cambiado los personajes, yo siempre estoy pero los otros varían, los considero, no creo que quisieran estar ahí, viéndome a mí ser espectacular, bueno es mi fantasía, debo hacer yo lo que más me convenga. Llega un punto critico, algo como un guayabo negro que me llega de golpe, eso ya se convierte en mi otoño, me veo a mí misma, desde una esquina; estoy acostada en la cama viendo al techo haciendo cara de imbécil, con los labios apretados, el ceño fruncido o los ojos abiertisimos, y me da risa y un poco de vergüenza, y pena, pena por mí, que pierdo diario una hora de mi vida imaginando otra vida, caen las hojas mientras yo puedo considerarlo en ocasiones saludable solo porque soy una compañera fantástica, muy complaciente y benevolente, digamos que me parece saludable en cierta medida imaginar toda la basura para no hacerla realidad, ya que a veces los escenarios de la historia son decadentes inmundos oscuros y calientes, con paredes que sudan, con olor a tomates secos y ancianos huraños, lugares de perversión moderada, de conciencia manchada. Después yo desayuno frió, y regreso a la cama no importa si han pasado dos o más horas desde que decidí desayunar, me acuesto de nuevo y duermo 20 minutos, tranquila y con el estomago lleno. 



Las historias se acaban, el invierno ha comenzado ahora cuando las historias terminan, ahora cuando la mañana es rápida porque el  cuento verano no existe y el otoño que implica darse cuenta de la estupidez ha dejado caer ya todas sus hojas. Mañanas de una hora tengo yo, mañanas de despertar desayunar, bañarme, vestirme sin conjeturas sin probarme otra ropa sin verme desnuda frente al espejo, tender la cama, doblar la ropa, guardar la ropa, tirar la ropa sucia al cesto, el mundo moderno que hace ahora tanto énfasis  en el vestir y para mí no implica mucho mas que doblar desdoblar y poner, claro que eso pienso ahora, en las mañanas no es lo mismo, antes de salir no es lo mismo porque siempre habrán otras posibilidades y otras ideas, otras intenciones que no corresponden a las que tengo ahora mientras entro en el invierno y lo saboreo como si fuera una paleta de dulce. Mañanas de invierno que duran una hora con 16 minutos si hay suerte.