sábado, 21 de julio de 2012

Temblor de cielo - Vicente Huidobro (Fragmento)



***
En medio de la catástrofe y de la confusión general, unos brazos más
poderosos que cien mares se apretaron en mi cuello.
—Isolda, Isolda, ¿eres tú?
—Cuántos años lejos el uno del otro.
—Se ha necesitado una hecatombe  semejante para volver a
encontrarnos.
—Tú, árbol de la sabiduría, con los ojos maduros en la puerta del
sueño y ese andar de elefante con pies de ídolo.
—Muéstrame los senos milenarios, tus senos del comienzo y del fin.
—Siempre esperando  la edad de  las maravillas como  la paloma
del mago.
—Dame a besar tus senos.
El ángel prisionero rompe sus cadenas y vuela en los aires
perseguido, en vano, por algunos fusiles inexpertos.
Poderosa y solitaria vuelve a caer la noche. Las serpientes iluminadas
de la tempestad corren a saltos en pos del ángel libertado imposible de
atrapar.
Isolda se aprieta a mí, se incrusta entre mis brazos.
En la fragua de los relámpagos se oyen los martillazos con que la
borrasca está labrando la corona para mi cabeza de rey.
¡Cuántos ciegos habrá hecho esta corona demasiado brillante!
Innumerables son los que al mirarla contemplan la última visión de
su vida. El precioso gigante que agoniza sobre el mar, sólo pide mirarla
para volver a la vida o morir tranquilo.
Son muchas las visiones grabadas en ella como en un friso. En ella
se ve el cuerpo de una mujer ardiendo en el incendio que se levanta
de sus propias carnes y no hay manera de apagar las llamas.
(...)






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