miércoles, 27 de marzo de 2013

Los perros románticos - Roberto Bolaño


En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.




Todos los muertos tienen pesadillas en las que aparecen los supermercados y las ciudades donde las patadas y el amor son lo mismo. Algunos roedores más afortunados que otros  soñaron solamente con los extractos bancarios pegándose en sus casas hipotecadas, cifras como pájaros que se estrellan en las ventanas y amenazan con no irse nunca. A pesar de los seguros médicos, los recetarios y las maldiciones gitanas yo he visto los sueños de otros niños con menos suerte, muchachos que no tenían 20 años y estaban locos, sueños en los que no se extraña nada, lugares donde existe un único mandamiento: 

Nunca dirás que esos eran tus muertos, así, los roedores no sabrán jamas de donde ha salido la ira ni el mundo.

lunes, 25 de marzo de 2013

No mires a los ojos de la gente




Hace varios meses el ruido que se metía por las ventanas me estaba matando, no podía dormir, no podía leer, no podía pensar, Helena mi vecina dijo que estaban construyendo un edificio nuevo en frente del nuestro. Antes de mudarse ella venia todos los días a relatarme lo que estaban haciendo los obreros, me contaba como avanzaba la construcción, yo escuchaba con atención su voz y luego oía a los obreros silbar, y gritarle a las mujeres que pasaban, yo escuchaba palabras como: mi amorcito, frases como: a ese pan le hacen falta un par de huevos o mamita no tengo pelos en la lengua pero porque usted no quiere, por qué tan bonita y tan sólita?, unos tipos simpáticos me imagino. No son simpáticos, son gordos y sudorosos- decía Helena, varios negros y otros morenos y sucios, -¿a que huelen?- preguntaba yo y ella me decía que olían a cemento y a sudor y después no hacíamos mucho, la quería, a veces nos acostábamos y nos quedábamos abrazados muchos tiempo y yo le repasaba la cara una y otra vez, una y otra vez y pasaba mi mano por su silueta una y otra vez y la quería por ser así como era, de esa manera, y a veces ella me leía cosas imposibles para mi, palabras muy complicadas, libros de anatomía, a veces estaba ayudándome con mis trabajos y me leía datos, cifras, extensiones geográficas y nombres muy largos de ríos africanos, y pasábamos mucho tiempo así, mucho tiempo respirando mientras todos taladraban y ella me decía que tenía mucha suerte de conocerme y yo casi nunca le decía nada, pero a veces ella se acercaba mucho a mi cara y yo sentía las pequeñas fibras de su cuerpo esdrujulandose estremeciéndose y sentía como los bellos de su brazo se levantaban y su brazo se texturizaba, y la sentía respirar fuerte muy cerca de mi cara, muy tibio y me acercaba hasta ella y nos besábamos y ella me daba instrucciones claras con sus manos y me acomodaba la boca en la suya y me decía lo que se suponía que nuestras lenguas deberían decir mientras en otra vida nos teníamos que hablar así de cerca y en silencio porque no existían las palabras en esa época, pienso que debe ser hermosa, porque todo lo que conozco en ella lo es.
Los hombres cambian el tiempo, modifican los horarios y mueven el mundo. Hace exactamente 45 días no sé qué hora es, le pregunto a mi mamá, ¿mamá qué hora es? y ella me dice - son las 4:00 de la tarde Elías - y yo pregunto -¿dónde estoy sentado?- Y ella me mira con un signo de interrogación en la pupila y con su cara de señora buena y sus ojos arrugados como cuando sonríe, porque mi mamá es la mejor señora de la tierra y me dice - en frente de la ventana Elías- y yo le digo - ¿a qué distancia estoy sentado?- Y ella se acerca a mí con su olor a árbol y hace un cálculo rápido - Esta habitación tiene 4 x 5 metros esta mesa de aquí mide 50 cm, de la ventana hasta ti hay apenas dos mesas ósea que estas a un metro de la ventana, la distancia de siempre Elías-, «estoy a la estúpida distancia de siempre entonces ¿por qué no son las 4:00?» Me digo, ella se aleja de nuevo y plancha, el olor de su planchado siempre me recuerda la primera escuela a la que fui, me acuerdo que cada mañana cuando despertaba para ir a estudiar y mi mamá me metía dentro de la camisa donde todo olía a planchado durante los segundos que duraba mi cabeza atrapada en una tela bordada al final, que se inflaba con mi respiración y se hinchaba mientras que con esfuerzo y como un parto me salía la cabeza por entre el cuello, sentía el olor a planchado y el frio del otro lado, el airecito frio de la habitación a las 5:40 am, y luego a meter esta manito por aquí y esta otra por aquí y ya me habían salido más extremidades de mi ropa-útero donde todas las mañanas me nacían los brazos y la cabeza, y por ese entresueño de los primeros años en el colegio puedo entender el olor a recién planchado y la camisa medio tibia todavía en mi tronco, ese olor era la mañana, ese olor era mi madre, ese olor era mi infancia, ese olor era la tortura de los niños madrugadores, ese olor era la vendimia del azar y la promesa de un abrazo muy largo antes de salir a la calle, ese olor es la niñez extraña y el amor bien puesto.
Los hombres y las mujeres tienen tronco, pero también los arboles tienen tronco, yo he tocado el tronco de algunos hombres y el de un par de mujeres (solo uno fuera de los abrazos, solo he pasado mi mano por el tronco de una mujer con la idea de descifrar los sueños de su anatomía y los libros inútiles) y he tocado también el tronco de muchos árboles, no son ni parecidos ni semejantes, por qué entonces los hombres y los arboles tienen tronco, lo que es más inverosímil todavía por qué las mujeres y los arboles comparten un tronco, cómo?, la gente ha hecho una serie de asociaciones imposibles y han tratado de hacerlas una sola con las palabras, la de tronco les salió muy mal sin embargo con otras han tenido mucha suerte, por ejemplo Los libros y los caballos poseen algo llamado lomo, yo he abrazado el lomo de muchos libros y el de algunos caballos, son similares, La asociación está bien hecha, los libros y los caballos se parecen mucho, con ambos logra uno irse muy lejos a una velocidad perfecta.

Hace 45 días Helena se mudo. Las últimas semanas que estuvo aquí estábamos casi siempre en el balcón sentados a la mesita del te hablando hasta que hacía mucho más frio y el viento soplaba más fuerte y helena decía -Ya se hizo de noche, entremos- y yo me levantaba y entraba siguiéndola y luego ella se iba a comer a su casa y nos encontrábamos al siguiente día y así sucesivamente hasta que pasaron muchos días y yo perdí mis costumbres para hacer unas costumbres nuevas con ella, antes de pasar tantas semanas en la mesa del te yo tenía la costumbre de ver la hora sentado frente a mi ventana, soy ciego, así que para saber la hora me sentaba siempre frente a la ventana, la hora dependía del calor que me hacía en el cuerpo la luz del sol, por ejemplo sabía que era la 1:00 pm porque la luz del sol me daba solo en medio cuerpo, en la mitad izquierda para ser más preciso, pero a mí me gustaba sentarme a las 4:00 cuando el calor estaba por todo lado y yo me imaginaba una luz muy intensa cayendo sobre mí, algunas cosas se interponían en mi labor, por ejemplo del lado izquierdo de la ventana no llegaba la luz porque un enorme árbol había comenzado a crecer ahí, pero lo asumí, moví la silla, deje al árbol en paz, - la luz del sol es amarilla - decía mi madre, así me la imaginaba yo, amarilla, hace 45 días Helena se mudo y yo quise volver a ver la hora a las 4:00 pero no pude, y sigo tratando pero no lo logro y ayer hable con Helena y le dije que me había acostumbrado tan mal que ya no podía ver la hora nunca, y ella me dijo – Es por el edificio que te construyeron al frente, no deja que te llegue la luz – , yo me imagine el edificio gigante ardiendo en la luz del tiempo, la luz de las 4:00 de la tarde «malditos monstruos» susurre y ella dijo -si, los hombres son unos monstruos-, pero yo me refería a los altos edificios.


viernes, 8 de marzo de 2013

Mujeres - Manuel Vilas


No las ves que están agotadas, que no se tienen en pie, que son ellas las que sostienen cualquier ciudad, todas las ciudades. Con el matrimonio, con la maternidad, con la viudedad, con los golpes, ellas cargan con este mundo, con este sábado por la noche donde ríen un poco frente a un vaso de vino blanco y unas olivas. Cargan con maridos infumables, con novios intratables, con padres en coma, con hijos suspendidos. Fuman más que los hombres. Tienen cánceres de pulmón, enferman, y tienen que ser guapas. Se ponen cremas, son una tiranía las cremas. Perfumes y medias y bragas finas y peinados y maquillaje y zapatos que torturan. Pero envejecen. No dejan las mujeres tras de sí nada, hijos, como mucho, hijos que no se acuerdan de sus madres. Nadie se acuerda de las mujeres. La verdad es que no sabemos nada de ellas. Las veo a veces en las calles, en las tiendas sonriendo. Esperan a sus hijos a la salida del colegio. Trabajan en todas partes. Amas de casa encerradas en cocinas que dan a patios de luces. Sonríen las mujeres, como si la vida fuese buena. En muchos países las lapidan. En otros las violan. En el nuestro las maltratan hasta morir. Trabajan fuera de casa, y trabajan en casa, y trabajan en las pescaderías o en las fábricas o en las panaderías o en los bares o en los bingos. No sabemos en qué piensan cuando mueren a manos de los hombres.





lunes, 4 de marzo de 2013

Memoria - Charles Bukowski


He memorizado todos los peces del mar.
He memorizado cada oportunidad estrangulada.
y
recuerdo despertar cada mañana
y encontrar todo teñido del dolor
del amor olvidado.

He memorizado habitaciones verdes
en Saint Luis y Nueva Orleans
en las que era consciente de que por mi mismo
no podría superar
el terror a ellos y a ello.

He memorizado todos los años infieles
- y los fieles también -.
He memorizado cada cigarrillo liado.
He memorizado a Beethoven y la ciudad de Nueva York.
He memorizado
el trayecto de subida en ascensor. He memorizado
Chicago y el requesón, y las bocas de
algunas de las mujeres y las piernas
de algunas de las mujeres que he conocido.
Y el modo en que llovía a cántaros.

He memorizado el rostro de mi padre en su ataúd.
He memorizado los coches que he conducido
y cada una de sus tristes muertes.

He memorizado cada celda,
el rostro de cada nuevo presidente
y los rostros de algunos de los asesinos.
He memorizado las peleas que he tenido con
algunas de las mujeres
que he amado.

Ante todo
he memorizado esta noche, y ahora, y el modo
en que la luz cae sobre mis dedos,
las motas y manchas en cada pared,
las persianas bajadas tras las cortinas naranja.

Enciendo un pitillo liado y rio un poco.
Sí, lo he memorizado todo.

Que valentía tiene mi memoria.