lunes, 18 de agosto de 2014

Una persona demasiado dulce

Yo necesito decir
que mis ojos están hinchados y rojos,
que son enormes y brillantes,
que la capa transparente de agua
es solamente demasiada luz estancada.

Me miro al espejo, y lo sé.

hubiera preferido ser una muchacha divertida
caminando con gracia
sobre millones de átomos
que no dejan de moverse nunca en el suelo.

Cada cosa que conoces rechina siempre,
nunca la boca que te habla
es la misma que escupe muy despacio
en otra boca,
la saliva es tibia y lisa
como un hilo transparente ahogándote
(saboreas y tragas).

El paso
de un ave delgada y fascinante, 
atrapada desnuda
en una pantalla de televisión.

En realidad casi siempre soy una pequeña chica
de enormes ojos tristes,
que sonríe cuando escucha la palabra
'Visceral'
o
'Silogismo'
y luego recuerda que había
algo importante que quería decir,
pero que eso
ya ha sido dicho antes, cientos de veces.

En realidad soy,
solamente...
una persona demasiado dulce.

                                                                                    Jenny Saville



lunes, 11 de agosto de 2014

Animalitos inexpresivos (Fragmento) - David Foster Wallace



—Te voy a contar otra historia para que la tengas preparada. Para cuando no te dejen en paz. Ya verás cómo se la tragan.

—No va a derrotarte. Está demasiado aterrorizado incluso para ponerse de pie. He tenido que pasar por encima de él para llegar hasta aquí.

Julie niega con la cabeza:

—Cuéntales que tenías ocho años. Tu hermano tenía cinco y no sabía hablar. Diles que tu madre tenía una cara agotada e inexpresiva. Que había ido volviéndose cada vez más fea, primero por culpa de los hombres y luego de ella misma. Que su cara permanecía inexpresiva, enamorada de un hombre silencioso e impávido que os dejó tirados tocando un trozo de madera al lado de una carretera. Diles que tu madre os abandonó en un campo de hierba seca. Diles que el campo, el cielo y la carretera eran del color de una colada sucia. Diles que te pasaste todo el día tocando un poste, que allí estaban tu mano y la mano blanca de un niño tarado. Que esperabas que regresara porque hasta entonces lo había hecho siempre. 

Faye espolvorea el maquillaje.

—Diles que había una vaca. —Julie traga saliva—. Estaba en el campo, junto al sitio donde tú estabas tocando la cerca. Diles que la vaca estuvo allí todo el día, masticando algo que se había tragado hacía mucho rato y mirándote. Diles que la cara de la vaca no tenía ninguna expresión. Que se pasó el día entero allí, mirándoos con una cara enorme que carecía por completo de expresión. —Julie suspira—. Que casi te entraron ganas de gritar. El viento sonaba como alguien gritando. Y tú allí de pie, tocando la madera todo el día con una criatura que era la encarnación del silencio. Que podía, ya sabes, quedarse ahí indefinidamente, esperando al único coche que conocía y sin sentir la necesidad de comprender nada. Y una vaca te estaba mirando, ahí delante, igual que podría estar mirando cualquier otra cosa.

Faye quita el maquillaje sobrante con una toallita. Julie se seca los labios pintados en el secante que le alcanza Faye.

—Diles que todavía hoy no puedes soportar a los animales, porque las caras de los animales no tienen ninguna expresión. Ni siquiera un asomo de expresión. Diles que alguna vez miren la cara de un animal, que la miren de verdad.

Faye le pasa los dedos a Julie por el pelo de punta húmedo.

Julie mira a Faye en el espejo rodeado de bombillas:

—Y luego diles que miren de cerca las caras de los hombres. Diles que se detengan un instante y miren la cara de un hombre. La cara de un hombre está totalmente vacía. Mírala de cerca. Diles que miren ellos también. No lo que hacen las caras, porque las caras de los hombres nunca dejan de moverse, son como antenas. Pero lo único que hacen sus caras es moverse e ir adoptando diferentes configuraciones del vacío.

Faye busca la mirada de Julie en el espejo. Julie dice: —Diles que en las máscaras de los hombres no hay agujeros para meter los dedos. Diles que es imposible querer algo que no se puede coger con los dedos.

Julie hace girar la silla de maquillaje y levanta los ojos hacia Faye:

—Por eso te quiero a ti, si es que te quiero —susurra, pasándose un dedo por la mejilla cubierta de polvo blanco e intentando trazar una línea curva de color blanco en la cara de Faye—. Es por tu cara cuando adopta una expresión. Intenta mirarte desde fuera, siempre desde una perspectiva distinta. Dile a la gente que sabes que tu cara pierde su belleza cuando está en reposo.

Echolilia -  Timothy Archivald