Estoy llorando porque quiero formar
parte de un club llamado “inútiles aficionados a
todos los campos deportivos iluminados en la noche y
vistos desde cualquier vehículo en movimiento”.
Estoy llorando porque quiero ser aceptada en este
club, porque quiero hacer parte de algo pequeño y honesto, porque creo que
como ser humano merezco un espacio singular y especifico en el cual pueda mirar al
frente y sonreír sin decir nada.
Estoy llorando porque los clasificados en
internet no anuncian ningún club deportivo que no se dedique en lo absoluto al
deporte, sino solamente a la contemplación. Mis ojos se hinchan y mi cara se pone
muy pálida como si tuviese frío y no hubiera alrededor de mí ninguna cosa viva a la que
pudiera acercarme para mantenerme a salvo.
Estoy llorando porque siento
que puedo hacerlo, que tengo el derecho, que no tengo otra oportunidad fuera de mí,
que soy la única razón por la que estoy aquí, y que no estoy sola, que jamás estaré
tan sola como creía, como pensaba, que jamás estaré fuera de nadie.